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Mostrando entradas de 2009

Nudos

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Habitas en mi garganta como el primer tren rumbo al canto eterno. Evacuas el humo en tu aire y el último vagón respira melodías. Respira de vos. Son los días que viajan húmedos que atraviesan lastimando cuerdas irritadas, disimulando amagues de extrañezas entre los pañuelos de versos desechados. Es el resfrío que irrita a la ausencia. No obstante sigo la marcha y reverbera la luz de la farola entre luciérnagas, son las ventanillas del alma que se abren colapsando las retinas. Hasta los míseros lacrimales se anegan.

Ríos de leche y medialunas

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Sobre tus senos divagan dos vientos: uno blanco y otro azul. El blanco ama tu seno izquierdo; dice que hay una aureola boreal que lo encandila cuando la luna está detrás del monte de Venus. El viento azul lo niega; que el seno derecho es el más bello, porque es espejo de un faro extraviado que se proyecta en forma de velero. Yo digo; desde mi horizonte de axila, que son los senos más bellos que han bebido mis labios, que por ellos transitan ríos de leche y de medialunas cuando mi frente los acaricia y su sudor se mezcla de sus aromas. Yo los bebo, cada rocío, cada café que preparas con ellos y son el elixir de mis mejores tormentos. Tus besos de pezones erectos rozando mis labios… ¡Ay, qué tormento! Y son sólo míos cuando los bebo.

Tatuando versos

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Sutilmente, el menor roce de un aliento desnuda la piel de seda, se descubre tímida la varilla que marca tu cintura, talle irrigado de gestos que abrazan besos de agua. Como el tallo de arroz te meces en la inundación espontánea, seduces las terrazas de las manos que absorben tus granos ellas te cosechan te erigen matriz del poeta. Firmemente, marco huellas de versos en tu piel-hoja de papel de arroz y no te quiebras.

Saldos y retazos

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I Me confunden las horas de la espera pasan cruzadas, descruzadas; las cuento tantas veces como a esas golondrinas que regresan a sus lugares de estíos tan distantes y opuestos pero sin olvido, al mismo sitio. II Son tan bellos los unicornios y es tan puro dormir sobre ellos como en un colchón de cuernos en puntas tan filosas como las puntas agudas de los cipreses. Ambos no duelen cuando se es carne muerta. III Me confunde el cántaro. Tantas veces ha ido a la fuente sin embargo nunca volvió lleno ni ROTO. Fue la fuente cuando vino a buscarlo que se desgranó en astillosas lágrimas de arcilla. II ¡Son tan bellos los unicornios!

Transparencias

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Adelante: la memoria abierta centellea en los picaportes, despliega los goznes en chillidos espeluznantes. No corro tras la sombra que huye despavorida por las cornisas: sé que volverá. Atrás: dos soles blancos uno llama, otro luz ambos un conjuro de distancias. La loca cordura que practica cirugías a un vértigo que quiso ser vida, apenas un brote de sueño entre las piedras. Al centro yo; el desconcierto.

Solana

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Entre los arbustos perezosos saltando de rama en rama se entretiene la prisa. Juega silenciosa la tarde. Un gnomo duerme la siesta y el aire atrapa abandonos; huele a tierra seca la solana. Las bocas guardan silencios, los pies cuartean las sombras. Una sonrisa desgastada tras los ojos achinados otea la abulia. Se expande la ausencia. Incongruencia del ser: decir que el sol es vida cuando no hay nadie en el paisaje.

Mudan las esperas

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Como el ave remontaba el cielo; incansable. Eran sus plumas la piel del viento la carrera loca del verso: escribía poesías en mi cuello. Sus alas plumosas mi alero. Como el ave se desprendió en colgajos desde mi arcilla seca. Fueron las guerras que la alejaron de mi paz, mi incertidumbre, mi abulia encanecida, mi vuelo ciego hacia el fuego frío. Como aves mudan de nido las esperas, impacientes, estériles. Así perdimos el horizonte y extraviamos los sentidos hasta ser pájaros en desconcierto, mudos, idos. Y caímos. Imagen: Rufino Tamayo (I). Hombre mirando pájaros.

Diciembre de los bostezos

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No te he hablado de diciembre ni de sus encuentros conmigo tras los días de ruidos; del temblor que provocaba la copa vacía sobre el extremo de una mesa incompleta y de comida sobre un plato sin tocar. Afuera las urgencias de llegar a un simulacro rutinario de ser feliz al menos una vez cada natalicio, cada muerte inconclusa, cada desvarío explotado en pólvoras al cielo. / No te he hablado de mí / Plagiar la risa desde un corcho, muestrario de una existencia efímera, letal y etílica, volátil como burbujas de gas escapadas en eructos trasnochados, alientos de manzanas pecando en abandono. Es el desvarío, la lluvia de falsas estrellas que incendian árboles de plásticos coloridos vacíos como las copas luego del suicidio, del brindis de los bostezos, de las perezosas campanas aturdidas de ruidos que desentonan la noche. / Te he hablado pero estabas ausente / Y me recojo junto a los trastos de una cena inútil, apago los versos escritos en servilletas mojadas, desparramáronse las letras sobr

Aquellas incógnitas

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Intenté dormirte, vestirte musa desde los versos, desde la matriz de incógnitas tajantes de libélulas en celo hasta la certeza efímera de un laúd sordo y descordado. Y quise dormir contigo en los ápices de tus senos, en la vorágine inmadura de tus deseos de vientres, de un Noviembre ajetreado de sonámbulas mariposas. No hubo reconciliación tras las cortinas de pestañas, las vías con sus baches de noctámbulos borrachos sepultaban botellas y besos rojos en las colillas apagadas. Murió un semáforo atropellado en represalia, por la osadía de guiñarme un verde justo cuando te soñaba. Voló un rojo sobre el horizonte negro, tiñó un ojo de vino amoratado, amanecer de párpados sobre tu ausente esqueleto. Ya no intento dormir sobre el champagne derramado, se han viciado las musas sobre un ikebana de yeso que firmaba tu nombre con glicinas escarlatas en la matriz de incógnitas de tus libélulas en celo.

Robar tu esencia

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Quizás te deba una disculpa o un regalo infinito, incomparable por único. La luna no te ofrezco, se la llevaron los poetas y la hicieron de goma, es decir… la estiraron tanto que quedó oblonga. Pero sí, te debo una disculpa. ¿Ves estos dedos? Absorbieron tu tinta robaron tu esencia y fabricaron versos sin permisos, sólo porque a ti te sobra o al menos empapan mis ojos y mis sienes cuando las descanso sobre tu memoria. Sé que no son más que letras, adosadas a una rima; sólo casualidad, la música la pones tú cuando llegas en ellas y sonríes abanicándome el aire de calandrias. Te fabricaré una poesía - si la lucidez me lo permite - al fin y al cabo no sé hacer otra cosa; quizás improvise a modo de disculpa un perdón de caramelo empañado de lluvias las que te gustaba llover sobre la ventana. ¿Te acuerdas? Después de todo no me hace ladrón hurtar del aire todos tus aromas, ellos sutilmente buscaban mis distancias quizás añorando los besos que te daba. Igual te debo mi disculpa; no una, cien

Que no caigan los despojos

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Alguna vez los nombres las uñas desgarradas las paredes rasguñadas de piel los zócalos de la razón. Alguna vez… Quizás en otros próximos segundos millones de segundos abstractos acabarán en el desagüe, sobornados en la subversión de latidos renegados. Alguna vez… / Clama la fe autista, atea, por la bendición de la cordura; que no caigan los despojos sobre mis pies mientras afuera el orbe me mastica los pasos./ He contado en mis espantos los borregos de mis sueños, estabas entre ellos; pasaste dos de cada tres insomnios uno de cada dos una loba hambrienta persiguiéndote: mi locura. Pintura: Obra de Juan Enrique Alcalá-Zamora Arroyo

Para volver

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Llegan las palabras descendiendo aromas vestigios de versos recorridos en tu espalda. Trémula vorágine descarrilando cuerpos sobre vías muertas y abandonadas. Realidad saturando el idílico lamento en viajes subterráneos al marfilado cristal de las miradas, llamas rojas que pluralicen estentóreos abrazos, posibles subterfugios que engañen la ansiedad a mitigar la paralizada quietud de la esperanza.

Antípodas

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Cuando creemos que todo fue lavado por la abundancia de ojos lluviosos; cuando pensamos que los afiches dedicados a los rostros que amamos se alejan de las carteleras del corazón; surgen detrás de los paraguas del olvido sacudiéndose el lomo mojado en la intemperie que recicla diluvios. Entonces comienza el desequilibrio, la soga tensada de la memoria oculta pende de la milésima de hilo que la sostuvo y descubrimos la verdad del sol, el cliché vetusto que anuncia que siempre está, aún cuando llueve. Tal vez el maquillaje del olvido se descorre por debajo del sudor de la almohada donde abrazado reposaba lejos de las miradas y tan cerca que era imposible no besarlo con lágrimas; precio inasequible del amor sublime el que añeja barricas de agua de mar en las antípodas distancias, del mar que guarda las memorias inconclusas.

Ímpetu y mansedumbre

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Es la piel del ser permaneciendo intacta: capullo encapsulado por vertientes de seda y amatista. / Toda la estirpe reflejada en esos ojos, toda la mansedumbre, toda / Regresa cada ímpetu, cada espacio a editar su cansancio futuro; la contemplo desde mi senil impotencia, ella me soporta, sabe que la amo. / Duerme recostada sobre sus urgencias / Le robaré al ruido un silencio y se lo colgaré a su oído. ¡Qué nadie la despierte! Acuna sueños en su cansada espalda.

Inmediatez

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Palpo la estructura por debajo de su anatomía, aún permanece intacta. Apenas un roce de tiempo rasgó su vestimenta; no es momento de frenar la historia. Cala hondo el hilo de angustia que sostiene la fragilidad del gusano de seda; seguir urdiendo la tela que oculte la memoria, es la inmediatez.

Vertical

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Eres, digo; el verde perenne del ciprés, el abrazo infinito de Andrómeda, cinturón de oxígeno de mis sienes aspirado en la estrechez de tu lengua. Eres, la frugalidad de mis vértigos precipitados. Mi hambre voraz. Puede que me veas con el agua hasta los ojos arremangado de ti. Respirándote en vertical.

En voz baja

A veces llego ciego a ti abrazado al tatuaje de tu sombra, en la redondez de tus hombros desnudos de sabanas, a dejarte una razón, una clave descifrable que sólo tú conoces. Tantas otras recojo mis intentos, los acumulo sobre mi espalda y me acuesto sobre ellos a soñártelos en voz baja.

La niña de los espejos

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Ayer la necesité, ella no estaba La extrañé siete vidas. Fui a mi boca por sus sonrisas, me toqué los ojos y le escribí un poema, mis versos regaron su espalda de alas. / Una niña juega a las muñecas se parece a una mariposa enamorada; maquilla, desviste, viste y peina. Sueña, sonríe a su esperanza / También ella es niña. (Ayer la necesité) Había una muñeca sobre mi cama no era mi niña, ésta me esperaba. Algunas veces dijo amarme. Le creo. Sigo amando su voz en la muñeca callada. Fuimos amantes de cabellos y dedos; yo desnudaba su peinado; ella sonreía. Seduciéndome. / La niña desempaca sus espejos, llora muñecas rotas aplastadas por los miedos / Ayer vino a besarme con palabras, recogí sus plumas de mi almohada. Hoy la extraño otras siete vidas; temo por sus alas.

Evasivas

Camino sobre un mar enloquecido, olas de miserias sin rostros me arrastran, me llevan en cascadas violentas en caída libre; tobogán de asfalto escarchado. Alcanzo a asirme del atril de un bar que me sonríe con su boca de luces y penumbras, también me arrastra hacia adentro, quizás de mi mismo, para evadirme en el alcohol de mis miedos. Afuera las olas crecen absorbiendo rostros muertos, adentro sinfonías de copas; mienten descaradamente.

Cíclico ritual

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De prisa se duermen los instantes amontonados en las esquinas de un reloj cuadrado; todo duerme sobre sus cenizas. Soy esfinge de hielo sobre una torre de arena, sobrevivo amparado en tus sombras las que emergen desde el fondo de las dunas. Exhalas y me tocas; brisa íntima. Zumba el siroco, cae otro beduino enamorado por las centellas de una cimitarra oxidada; arenas rojas tiñen el hielo. El crepúsculo subraya las pestañas de un horizonte. Bajan nubes de polvo, se descubre un plomo de cielo antes que vuelva a llover hielo desde abajo de las dunas. Luego emergerán tus sombras cumpliendo con el cíclico ritual de los recuerdos.

Sin reglas

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Pernotar en la mansedumbre de un vientre despojado de obscenidades ajenas sin preámbulos ni perentorias urgencias; sin las mentiras abstractas de un te quiero, de un extrañamiento innecesario soslayando las normas de los que dicen. Sin escuchar los ruidos de las piedras tras las cortinas que señalan. Y nuestros ruidos no mienten, no fingen orgasmos del alma que saturen oídos en complacencia; somos gemidos en concierto, al unísono; sólo la intención mezquina de usarnos sin límites ni candados. Ya no nos amamos o quizás renunciamos a esa locura de pertenencia al egoísmo mundano de ser dos en uno para ser simplemente humanos en vigilia; violadores subterráneos en los deseos sin objetivos, ni intenciones sin contraindicaciones de prospecto ni temor a reacciones secundarias. Así nos bebimos, desde afuera hacia dentro desde adentro hasta las miradas, hasta las axilas de los labios que exudaban intenciones húmedas sobre otras humedades. Y jamás volvimos a amarnos pero hay tanto amor, tanta ce

Tríptico equilátero

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Estoy en la libertad implícita de una taza de café sobre los labios, seduciendo sus aromas en el ritual mágico de saberlo una víctima y el liberador al desahogo de un insomnio de esta noche que no cierra. Donde los ampos trasnochados iluminan la conciencia y sus películas remake se proyectan en la sala de mi memoria atiborrada de fantasmas que tampoco duermen sus respectivas vigilias. Ellos también beben mi café. Entonces me visualizo invisible y el aire se transforma en morfina que no me roza la piel pero se clava en ella paralizando la noche bajo mis pies para volverla eterna. Y llegas tú, cortando el sorbo fatal de cafeína, el tríptico equilátero que equilibra la horizontalidad de mi sueño. Justo ahora que estaba espabilado para esperarte despierto.

A tu ternura

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Te haré preludio, te elevaré en notas sostenidas; cuando armonice tus ritmos te lanzaré en vértigo sobre las lenguas de los mudos y desplumarás cabelleras en las estatuas con rizos de calandrias. Los adoquines emularán tus huellas, silbarán en la cornisa dentada de un piano; desde tu altura lloverás. Nadie dirá que no te oyó cuando discurras sobre los sordos. / Sonreiré viéndote llover /

Respira

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Ese es el cielo que inventamos desnudándonos de azahares, viento y calma sobre las pieles fulgurante luz en los abrazos, vientres reducidos a poesías. No hay nada que temer de las palabras sólo sienten por nuestros poros, se oxigenan en alvéolos y necesitan espirar para ser verbos amantes. Desde la voz anhelando besos sístole y diástole respiran; no te ahogues.

Niña de enero (Tú)

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Me subyugas cuando trepas al trapecio de mi circo, llegas abrasando mi frío te posesionas le escamoteas sus escarchas lo vuelves impotente hasta dejarlo mustio sobre la arena, temblando de frío. Niña de enero verano de mi istmo, desconsolado y aterido te espero acurrucado sobre la última carrosa de mi nómada vida, en este circo que se incendia en alboradas de siglos, el último para este payaso desteñido.

Rostros conocidos

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Rostros diferentes en concilio acordaban: derogar mis enojos, mis lágrimas, mis ojos desvastados, los tendones de mis dedos sin caricias. Rostros conocidos. Uno se acercó a mi lengua, besó mis labios con sus dos mejillas; otro enjugó en sus ojos mis lágrimas secas, bautizó sus párpados con mis dedos los alimentó de caricias. Rostros que regresan a mí a revivir sus huellas. Son mis nostalgias. Dejando remolinos de tardes heridas.

Exilios

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Algo del mar, de las partidas, de los retiros voluntarios hacia un exilio de nostalgias. Puede venir de cualquier lado hasta de un caracol muerto y su casa abandonada; desde los senos olvidados lejanos al cofre de las manos. Sangrienta memoria, lúdico recuerdo que no olvida ser o haber sido. / Me nombras en tus exiliados silencios; me nombras pero no me nombras, sólo ecos sin ruidos / Algo de esta playa mordida de mareas de este reflotado galeón sin preseas, podrido; nacientes vuelos de peces alados sumergidos en un naufragio de maderos. Algo regresa, digo, oníricamente a fermentar las uvas morenas de mis vides, a beberte vino en la embriaguez de tu ombligo sobre la matriz del sueño dormido. Algo de mar revuelto permanece al paso de tus ecos en olas y mareas.

Complementos

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Se deslizó en mi hombro la sombra de tu voz como espectro de beso. Calcos de tus labios corrompidos bajaron del vértigo de mi oreja hasta el tacto rígido de mi centro. Fueron tus senos y mi pecho, la ternura. / Hiedra y muro /

Patinetas de papel sobre una sonrisa muerta

Detrás de cada beso acurrucado duerme un ángel. Sobre los surcos descubiertos palpita una sonrisa como una marioneta sin gracia. Arrugada se desfonda la piel y entre sollozos adormece un niño en patinetas de papel buscando el viento donde remontar sus años, los de ayer, los que fueron tersos, acunando la franquicia sin límite de ser libre, montado a pelo de sueños con sus pies de pájaros en libertad. Ya no vuela sobre las rúas del viento, el ángel se durmió sobre un trompo inquieto, gira, gira y aterrizará con su frente sobre la pista cerrada de una sonrisa muerta.

Parecer

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Quise parecerme a esos ojos crecer en sus pájaros asombrados de espacios, robarle sin culpas un beso acorazonado desde el rubí tornasolado de sus labios. Atardecer en oblicuo a infinitos gozos embullado de intentos en cadena sobre la cornisa de un suspiro; aniquilar los resabios de jactanciosos amores, peregrinar en sus andamios de gárgola adormecida, persuadirme en sus espejos, ser poseso de una vez para todas las auroras; pero ella cerró sus ojos negando ser poesía.

A su quietud

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Son sus silencios hostiles no son las noches vacías, ellas existieron antes, mucho antes de su verbo poesía, de su elixir de marea interminable izando al albur mis velas. Es la quietud del ciprés que quedó estupefacto de frío, la brisa que mastica mis codos cuando sostengo mi cabeza desde mis orejas hasta su vientre mudo. Es el límite, el final de las letras, el relámpago en la lluvia, la quietud del estanque, el efímero beso que fue, la mansedumbre del verbo, las palabras de amor hacia ella, para ella, sólo por ella. / Cuánto la he amado en esa inquietud; cuánto la amo en esta quietud / No son las noches vacías. / Ya no más palabras / Me angustia el amor en el silencio… Me angustia el amor… Me angustia… Me… / Ya no más palabras de amor/ A su quietud.

Meridianos

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Todo habla de ti, hasta el olvido te recuerda. Trago dulce, bautismo de piel sobre mis coordenadas, flagrante apotema en travesía hacia mis frágiles lados. Circuncida los poros que respiro el aire mezclado de tu polen morena rosa sin espinas. Habla el cristal son huellas de tu nariz oliendo la distancia de lluvias, vacuos senderos donde me encontrabas. Cada lágrima de pétalo es un pedazo de ti que recojo para a/r/marte sobre mis escamas.

A tu precio

Humíllame bajo tus talones inclíname la vertical; sométeme con besos ácidos friega tus senos sobre mi ceguera; mastica tu rencor suéltalo sobre mi lengua; aprieta con furia mi hombría patéame el pecho con tu uñas, arrástrame de los oídos llenos de cera; pero no me aplastes con tu indiferencia.

De paja y trapos

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Ya no pides ni exiges tu porción de espanta-miedos, permaneces escondida intentando no ser tan amada, ignoras los reclamos sumergidos que erogan carencias de paja seca, dosificas el tiempo, el verbo conjugado a cuenta gotas y el lacre chorrea espeso obturando la memoria selectiva pervertiendo siglos que transcurran en segundos. Para que hasta entonces el espantapájaros haya adormecido su ingenuidad de ser humano. / Amado /

Niña de enero

Me subyuga cuando trepas el trampolín de mi circo, llegas abrasando mi frío te posesionas, le escamoteas sus escarchas lo vuelves impotente hasta dejarlo mustio sobre la arena, temblando de frío. Niña de enero verano de mi istmo, desconsolado y aterido te espero acurrucado sobre la última carroza de mi nómada vida, en este circo que se incendia en alboradas de siglos, el último para este payaso desteñido.

Sin...

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Se mezclan, masa informe de letras de plástico con dedos diluidos sobornables débiles tibios idos. Chorrean, caen como lluvia ácida sobre el silencio, en la oquedad de la llama tenue que se apaga sin aire sin poesía.

Calladas (Se esfuman)

Se esfuman, las letras se esfuman sobre la hoja de niebla que sostiene la musa que también se esfuma con ella. / Calladas / Las veo partir silenciosas, lentamente, sin pausas. Les he hablado de amor para que no se vayan; les he contado de mis días para que no se vayan; desparramé te quiero en todas sus ventanas para que no se vayan; pero se esfuman tras las persianas. / Calladas / (¡Y cuánto me hacen falta!)

Las alas de la rosa

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Hay una rosa en la humedad del suelo, sus pétalos deshilachados huelen a tumba ¿Has visto alguna vez alas sin mariposas? Mira las hilachas de esa flor muerta, acaso sean alas marchitas. / Quizás la rosa, última metamorfosis de la oruga /

Cosas que se dicen

Dicen: / hay una realidad vertiginosa llamada vida / Y yo escribiendo a musas desdibujadas en manchas de humedades descascaradas como otras manchas sobre recuerdos húmedos, viejos, como esta imagen descascarada y seca que se dice poeta.

Imaginario

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Con nocturnos pasos anhelantes caminaba contando las baldosas dibujando su rostro en la vereda, alguien interrumpió su aire no se dio vueltas para ver quién era. Se detuvo en el entrecejo justo encima de una baldosa floja, brotaron lágrimas debajo de ella y dibujó un pañuelo desde su cabellera. Con el cordón de la acera un collar de madreperla; robó dos luces verdes de semáforos le puso vida a sus ojos; sobre su estilizado garbo dos piernas de siempre verdes prolongaron su cadera; como cálidos brazos tomó prestado dos gajos de madreselvas; bajó la luna menguante para su sonrisa, y se tendió a su lado a dormir con ella.

Entre tus dedos (Garúas)

Quietas mano eras sobre la tarde emancipada. Oye la lluvia en los gorriones, temen el silencio del sol ausente; escúchame: / absorbe la plenitud del agua y plántame un beso de nubes derretidas, seduce al grafito de mis raíces / Y el beso respondió gallardo desde tu esfinge altiva de rosa negra; fueron resina los elogios boreales que tu boca prodigó a mi basta geografía; saboreo tus manos disfrazadas de lluvias gotas filosas cortando la sequía. / son mis gorriones sin miedos regresando entre tus dedos de garúa /

A tus muslos

Sobre tu amplia frente he derrapado un beso en descendiente hasta las curvas que forman tu escollera y descubrí tu vainillada esencia regando amapolas negras entre tus piernas. Y tus muslos ¡Ay amor, tus muslos! compuertas abiertas a mi torrente, tornaban vértigos nacarados entre tu amanecer y mi poniente; entonces cantamos en sonidos primitivos, golpeando paredes de vientres plácidos; languideció trémula la calle, se calmaron las vertientes, sobre tu escollera los restos desfallecientes y tus muslos amor ¡Ay tus muslos! Se abrieron para otro beso derrapando desde tu frente.

Rueda la piedra

Te hablo de amor hasta la locura de la piedra que rueda sobre la memoria fresca, moliendo horas insensibles y tú ni te enteras. Pero cuando te amo no me nace la tristeza ni la angustia, tampoco tengo razones para llorarte, de igual entonces lágrimas brotan cuando imagino la locura de la piedra; otro día muere y tú ni te enteras.

De tus partes

Ando sobre lo andado, preguntándome cómo será amarte estando sobre tus senos en el país del no me acuerdo. Pobre como mendigo sin brazos ando que te ando en la intransigencia, puede que me absorbas hecho aire y me encuentres en algún descuido saboreando un pedazo de ti que ha quedado entre los labios y mi costado. Hasta entonces pasarán cielos encapotados, y mi piel sin paraguas y sin manos.

La sexta luna

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Casi muere el quinto mes, ya se fue agosto y se llevó una vida, la primavera de septiembre sin flores espía a la espera, no sé que espera, quizás otra luna de abril renacida, un quinto cuarto menguante en terrazas regadas con aguas de cocos. Mientras tanto arriba en el sexto balcón de octubre, hay una sonrisa atrapando las hojas de un ciprés que no terminan de caer.

A tus ojos

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Mis manos le dibujan versos a tu cintura y la cincela mimbre en flor; te entalla como funda al corazón, te rebela en astros y conjuros mientras la luna se procrea en cuatro cuartos menguantes; dos por tus senos, dos por tus ojos también senos, donde me descubres desnudo.

A tu aire

Es tu piel que seduce el aire de las campanas; trinos de calandrias tu badajo. Es tu voz ecos lejanos llamando el alba del ciprés, cortando el hambre de sus paisajes. Y la luz ciega las voces del árbol que responden en vientos enamorados, a tus oídos, subyugados por otras brisas más calmas.

Inventándonos

Te he inventado la piel, los besos; tus párpados cerrados cuando te he acariciado los miedos. He inventado mis vuelos, mis caricias de ala sobre tu cielo, mis sortilegios de amor, los arpegios. Te he dado forma de sueño, me has dado forma de hombre.

Íntimamente

Encuadro tu horizonte, parpadeo y ya no estás en él; me queda tu imagen como una fotografía inquieta que me sonríe cómplice, traviesa. Desde mi sueño me dice: / Siempre estaré para ti / Los ruidos siguen en mis calles vacías… como si nada… Te pienso... siempre estaré para ti.

Se quiebra

Sobreviviendo, sostenido en un amor implícito se quiebra … no sirve pegar los pedazos. Las costuras… De un lado las manos quietas y el amor…implícito, del otro lado, el amor vivo. Si al menos quedara una astilla que refleje dos rostros juntos, pero son añicos, intentando… son sólo deseos unir los pedazos, el amor implícito es cristal débil que se quiebra, sin tacto.

A tus costillas de arcilla

Vuelvo al cántaro donde deposito las palabras que se impregnan con tu líquido de vida, que bebo cada vez que te leo en tu verbo poesía, es tu barro fresco de sangre tibia amaneciendo a mi vida. ¿Que haré cuando te agotes y ya no exprimas tu cintura para mi sed, para mi búsqueda? No reconocerás mis labios apoyados a tus vértebras, el cántaro se vaciará de lluvias y serás solamente arcilla.

Cuando

Elegir entre migajas, / Soñar, amar / si pudiesen estar juntas para no tener que optar cuando una de ellas se ausenta: vivir o sobrevivir por instinto. / Desorientado / (Cuando no estás)

Extracto

Te miro impávido en el embrujo enajenado que me provocas, como si asombrado mirase diez amaneceres el mismo día mientras recojo tus hojas para a/r/marte.

Y fue ella

/ Bastó el beso efímero de un te quiero y se rindió a sus pies / A sus años, quién diría, cicatrizar las goteras de su vetusta morada, y fue ella, fortaleza granítica con su ternura de niña. El amor... A mis años. ¡Sí señor! A mis años... ¡Quién lo diría!

Sin mi costado derecho

Te he soñado y no puedo contarte mi sueño, ya no amaneces en mi costado derecho; hay un hueco extrañando entre el ayer y el no te tengo. Te he soñado sabes, fiel a quien eres, real fantasía, divinidad en elegía, ninfa morena amante del amor, del mío; el que duerme al costado izquierdo de tu hueco.

Estímulos

Es tu médula, la que enerva mi tacto y lo guía hacia tu otra boca, libidinosa, húmeda, provocadora. Son mis fibras respondiendo estímulos, se atreven, exploran, determinan tu punto…suspensivo; rodean, acarician. Suplicas.

Del aire

Son mis manos esclavas del aire, abanican intentándote; como red de mariposas te atrapan, te desvaneces; son instantes.

Insolencia

Te amé así, sin misericordia con mi destino, a sabiendas; te amo así, yo, un suicida sin una mínima e insolente esperanza.

Eternitud

Cuando se agoten las hojas de mi memoria dejaré de escribirte, para entonces ya no estaré a tu lado. No temas amor, ni siquiera he comenzado. *Eternitud (neologismo)

Intentándote

Siento, escribo, borro, nada parece equilibrado; escribo y borro. Mis dedos tiemblan tus recuerdos los aprieta con sus dientes de uñas, los traducen y pintan en la hoja arrugada de tanto borrar palabras desequilibradas; pero todas ellas te extrañan, no te escriben, mueren impotentes.

Entre paréntesis

Perviérteme instantes, con pequeños acertijos que proclamen tu llegada sin tiempos, déjame adivinarte en ellos, sedúceme con tus claroscuros allí donde los oídos callan para leer tus labios; allí donde eres música que alimente esta perversión rítmica de los gemidos. Tú, artífice de mi cielo, estandarte de mi conquista, refugio de guerrero en la derrota por los tiempos, tú, mezquino amor; rebélate por dentro.

Eternidad

Fue en otro mundo que la amé, es cierto, en otra vida y hace tantos siglos y aún lo recuerdo como si hubiese sido apenas una luna de agosto. Hace tanto tiempo que la amé pero no olvido sus ojos, oscuros como la noche claros como un lampo perpetuados en los pasos donde anduvieron los míos; fueron tantas las vidas que murieron sin embargo; la sigo amando.

Otros cielos

- No te quiebres justo a mitad del camino. Es la pared que habla debajo de mis alas. - Faltan ocasos aún para volar. ¿Y mis plumas? Sin ellas estoy perdido, mi vuelo sería apenas un suspiro. Se extingue la luz en huída debajo de la puerta. Duelen los ocasos por la flor abierta. Las sombras degluten la luz.

Los bellos puntos suspensivos

Se agotan las palabras sin respuestas, vanas; rebotan en otras diferentes, extrañas, suenan frías aunque estén llenas de vida; la voz dulce no responde amor busca otras vías, elude, se diluye quizás con razón; hablar sería reincidir, tropezar con la misma piedra, pero mis oídos… mis oídos esperan, ansían un eco de palabras vivas que sustituyan los bellos puntos suspensivos…

No más

Hoy desperté mi memoria no quiero ser gotas de tus lluvias, demasiados espejos lloraron. Hoy me busqué en tus ojos, no me hallé, pero sé que estoy en ellos.

No ser

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Máscara, sueño camuflado, disimulado… -Yo te amo, claro que te amo… La máscara calla, reprime, los dedos de la conciencia que acusan… - Claro que te amo, pero no puedo no debo… Esta máscara espera.

Caos

Ser pasivo en medio de la calle, extraviado, rodeado de tanto caos pasan los pasos, los pasos pisan su sombra su bufanda caída arrastraba su miseria, nadie lo vio, sólo el viento que acumulaba papeles sucios sobre su cuerpo herrumbrado. El mendigo sigue dormido arrojado a sus miserias otros pasos pisan sus pasos y los acallan.

Beber tus lluvias

Es tu lluvia que moja mi rostro espejo, se astilla en ríos y sus lágrimas bañan la sal del tiempo. El óxido de mis bisagras se adhiere sin tregua inmoviliza mis venas quiere encausarte, recoger tus aguas para beberte y no perecer en lluvia con el corazón endurecido; aún te ama.

Seguir...

En el sueño no despierto es la pared que corre hacia mí, se interpone al vuelo; aleteo y me poso en ella, logra seducirme; no era una pared…

Para su recuerdo

Es tarde ya; enciendo mis ojos para ver el cielo y una lágrima larga me dice… no hay más momentos, es tarde y cuánto lo siento, y yo aquí parado tratando de ver la cara oculta de la roca llamada luna, allí donde quedaron los últimos brillos del sueño apagado y… es tarde ya. Mis manos extienden su adiós, toma los besos que no fueron besados, quedaron en el aire flotando; los guardo en un bolsillo para que no sean usados serán para su recuerdo el mejor regalo.

Tras de las palabras

Es este agosto…-diría el poeta- que congela de adioses mi alma, la empacha de frío y la deja morir intoxicada… He aprendido de ellos, convivido con sus nostalgias, pude leer tras sus palabras claras la simpleza del adiós que duele, las angustias que a veces suenan vanas; entonces, se me ocurrió decir… Es este agosto que congela de adioses mi alma, la empacha de frío y la deja morir intoxicada… otra vez…

No es el frío

He probado de ese cielo, tantas alas he volado ardiendo en él, obstinada vida que se niega a morir aun en la cima de la caída. Absolutamente se niega aunque se quema. El frío del infierno no ha calado mis huesos, sólo el vacío donde me pierdo cuando mis pasos regresan por sus antiguos dueños, en la simiente que he sembrado, que he marcado a fuego, a fuerzas de te quiero.

Aquellas melodías

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Llegan como sones los ecos, laberintos indescifrables, caracola en mis oídos al centro de mi existencia; allí los siento. Suenan, repican, diana que despierta el alba y sortea notas libres escapando por las grietas de mi memoria. Las siento fluir, ramillete de palabras, ensalzadas melodías seduciéndome; es tu voz que me llama y no la encuentro.

Adicción

Son mis pasos, con los zapatos girados hacia atrás que regresan sobre adictivas huellas; ellos marchan escalando ciegos la ausencia de mi norte, los ojos que tantas veces me besaron; son ellos los que vuelven a buscarla y mi espalda no voltea, sigue su marcha, pero sueña con que la encuentren.

Sin prisas

Puede que me ames en otra instancia con otro perfil intentando no dolerme con tu negligencia de amarme. ¿Negligencia? Quizás en tu silencio lo hagas para no ceder a los deseos, solamente quizás o soy yo el que así lo sueño; en la espera. He detenido los pasos en la precisa mutación del anochecer y el sol vespertino, no quiero dormir profundo puede que regreses y no me encuentres despierto.

Quiero

Quiero un lugar Quiero mi espacio Quiero un cielo Quiero mi isla y quiero mi mar Quiero mi sol y mi luna Quiero estar y permanecer Quiero ser y pertenecer Quiero una noche eterna Quiero mi refugio y te quiero en el Quiero el silencio y quiero mi música Quiero la distancia para no volver Quiero estar cerca para poder ver Quiero el abrazo que no sea mezquino Quiero un adiós que no duela Quiero un hola que sonría Quiero la justicia de los injustos Quiero transformarme por un instante Quiero ser el otro Quiero ponerme en su lugar Quiero verme Quiero entenderme Quiero comprenderme Quiero descubrirme Quiero quererme Quiero volver a mirar Quiero volver a oír Quiero volver a tocar Quiero volver a sentir Quiero dejar de solo estar Quiero dejar de vegetar Quiero dejar de transcurrir Quiero dejarme de diluir Quiero dejar de desvanecerme Quiero poder Quiero ver más opciones Quiero saber elegir Quiero aceptar que se puede Quiero aceptar que no Quiero tener claridad Quiero más luz Quiero otros ojos

Insomnio

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Debajo de la cama pasan las lentas horas entre las pelusas; se mezclan, se hacen motas, se desconciertan. Con el viento de las pesadas agujas se depositan en la memoria que no concilia el sueño debajo de la cama.

Editando lluvias (sin editar)

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Es la misma lluvia amor los mismos cristales, somos los mismos también borrando posibles nubes negras en iguales cielos. Y es meritorio haber alcanzado este cielo sin borrascas ni aves negras, solamente tu sol y mi luna y este sueño. Y es la misma lluvia, otra puerta quizás que se abre para reconocer paisajes descuidados, confundidos con otros colores diferentes pero no menos puros. Nuestros propios colores los que pintamos detrás de la cortina que se corre ahora, justamente ahora para regresar a ser lo que fuimos. Tú en tu nido de sueños yo hoy reconciliado con la vida, gracias a la tuya que se queda a vivir conmigo aunque la lluvia siga mojando cristales.

Frío

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Tengo frío siento que te alejas que no respiras conmigo. Mis dedos teclean tu nombre que no me busca más entre tantas letras sueltas. ¿Será este domingo o el invierno? ¿O serán tus labios que no extrañan mi nombre?

Se me ocurre cada tarde

Hay ocho mil niños dormidos en tu vientre que esperan ansiosos ser tu progenie, hay otros tantos sueños inertes en tu regazo de mimbre niña de las mil caras de lunas ocultas que brillan por el claror de tu penumbra. Y las beso entre mis dedos diluidos que modifican distancias cuando salgo a encontrarte en el camino, que renace justamente al final de tu arco iris allí en tu crisol de infinitos donde me tienes escondido. Es muy extraño que en mis años en mi impotencia me haya vuelto héroe para trepar tus paredes y arrinconarte allí, precisamente en el vértice de tu desconcierto donde el amor olvidó tus noches. Y desde entonces se me ocurre hablarte de amor en cada tarde no de ocho mil niños posibles porque tu vientre tendrá otra simiente, pero aun así niña, déjame soñarte si estás conmigo, de amor no pasarás hambre.

Besando la piedra

¿Y qué de tu amor, cuando vuelvas? Y lo hagas sin mi sombra a tu costado abandonada quizás en otro páramo bajo una roca oscura y densa para que no te pese más cuando acompañe tus pasos. Y salga a esperarte y no puedas verme porque me dejaste allá enterrado bajo la fría lápida de granito y atravieses mi cuerpo inmaterial cuando salga a tu encuentro en un intento de abrazo. ¿Y qué amor, de mis besos? De mis labios apretados resecos besando esa piedra en la humedad de un suelo que penetrará mis huesos estos que ya no sostienen mi cuerpo. Pasaré a ser un tiempo añejo y tus pasos seguirán a otra sombra y te olvidarás de olvidarme. Quizás en otro invierno te intrigue saber y levantes la roca y encuentres aún mis ojos abiertos. Será solamente el alma de una sombra muerta de desconcierto cuando tus fríos pasos la dejaron ese invierno sepultada en mezquindades en esta tumba sin tiempos.

Próximos amores muertos

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El tiempo acerca nuestros ventanales abiertos y no vemos a nadie. ¿Acaso hay vida todavía donde refleja la tarde melancolías agudas que perforan el aire? Hay caminos quebrados manchados de follajes. Entrelazados cipreses aventando vientos congelan la sangre, y yo deglutiendo próximos amores muertos. - Debo marcharme… - Puedes quedarte… Mimeticé el paisaje; sorprendido en triunfal espera miré mis tiempos, aún quedaban minutos antes que parta la tarde. Tomé tu mano rendida y lloré. - Debo marcharme.

A tus besos

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Tendida observas, camuflas en tu boca una sonrisa. Entre velos de distancias apuntas la mira que guían por el universo oscurecido los misiles de tus besos, atinando en el blanco que esperaba quieto. Se esparcen pétalos deshojados y marchitos, caen sangrando rouge sobre el jardín del lecho. El parte dice escueto: misil en el blanco, impacto certero a un corazón muerto.

Noche de amantes

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Noche de amantes aferrados a un incierto tiempo límite de todo el desconcierto; afuera la calle recoge miserias de tantos pasos muertos. Caminas silenciosa impregnada de placeres, regresas plena, satisfecha; has acumulado tantos orgasmos en tu boca de páramo. Sonríes, el humo de un cigarro trepa peldaños buscando otro cuarto ocupado, esta vez no estarás serán otros los cuerpos enlazados. La misma historia quizás de otros dos amantes extraviados. Las calles murmuran tus tacos arrastrados, conocen tu resignado andar; tantas veces las has caminado. Y te imaginas la misma rutina la misma puerta de tantas noches vacías: -hola amor… hola querida- y el beso en la mejilla. Afuera la calle acunará tus melancolías.

Abres

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Abres, expandes, te instalas anocheces en mi, cercenas tus miedos detrás de mi muro adentro, entre sus ladrillos, te vuelves raíces mimetizas mis formas te acomodas y te quedas. Brote verde te eriges en mí. Átomos de concreto comparten tu cuerpo, seducida al gozo de mi piel te rindes, extenuada y urgida; afuera sólo miradas, no entienden el porqué brotas sin tierra fértil, no me ven, no han de entender. Extiendes tus hojas, te dejas ver. Somos amalgama de piedra y savia entrelazando raíz y pared; partes mi dureza, la mutas, expones un débil corazón de miel; me vuelvo follaje bajo de tu sombra raíces de vida tiene mi pared.

Hoja en blanco

Hay algo en el aire detrás de esas hojas en blanco grabadas en mi memoria, que acercan meciendo un sueño y esa melodía que envuelve que subyuga e incita a ser poema. Y este hombre bebe de ti anestesiando las palabras en ella: te extraño tanto o más que antes. Has venido tantas veces a mis oídos que te has vuelto melodía en el alma.

Limas púrpuras

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Aquí yo real; allá vivo, me permites tiempos. Aquí tú vives, todo es tuyo. Metáforas de vida eres en colores… Corre el aire en alas del mar lleva, trae mandas, recibo. Y somos…somos.. Apenas el rubor pinta persianas en tus pómulos; detrás tu inocencia dialoga amor conmigo. Y te recibo… Mansa mente invasora me puedes cuando puedes, cedo y me tienes; allá fui allá me quedo. No hay vueltas a estas calles vacías que no hablan muros que no cuentan ladrillos porque son aire de mar. Que atraviesa y trae y me lleva a tu isla; y me posa en tu sed de agua de cocos. ¿Acaso hay corazones limas púrpuras? ¡Sí! yo los pinto en tus médulas cuando navego en ellas y me clono en ti. Y somos…somos…

Gotas

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La casa silenciosa no dice nada; apenas el agua de gotas cayendo en monólogo compás de la canilla mal cerrada. Y tu silencio; tus sones en mi cabeza salpican uno a uno y tu risa que no calla, que deleita pero que falta, precisamente el día de hoy cuando el silencio de la casa cae como púas de agua en mi cabeza. Se confunden las urgencias de escapar de las monotonía de esas gotas y de encontrar las tuyas como música refrescante del alma. Y el silencio de la casa muerde mis labios, te extraña, nuevamente ella te extraña; porque esas gotas aturden los ecos que quedan de tu risa cuando ríes para mi y para ella eres la vida. Pero vuelves amor en esta noche; a pintar grafitis en las paredes, a envolverme de risas y las gotas por un instante callan, se ríen contigo y yo me rio con ellas. Hasta el momento que te duermes y te apagas.

Tanto leño húmedo

Y te violan a conciencia aunque no eres puta, te arrojan piedras a la cara porque eres justa, no comprenden no entienden y amas y eres parte de todos y de ti nada; ingenuidad manifiesta, vapuleada inocencia, es tu tristeza la que me duele, la que me aferra las manos para no derrumbar paredes a golpes de palabras y de conciencia. Y sigues a dormir, silencioso dolor que meces en tu almohada, la inconsistencia de un amor ajeno a tus ganas de amar, distante de tu corazón, cercano al egoísmo poseso que lastima, que cercena tus sueños, los llena de espinas que brotan hacia dentro; y porque te amo me freno, muerdo mis venas para no ahogarme en las ganas de incendiar tanto leño húmedo que no sirve porque es humo que sube y no ve el suelo, en el que yaces y te apagas lentamente y en silencio abrazada a la pena; muriendo, muriendo.

Hasta mañana amor

Te prefiero sueño; perentorio, abstracto, como única razón, alternativa valedera para esta suerte de camino que he elegido. Y te imagino; más allá de un naufragio, más acá de una condena al derecho de alimentarte, sostenerte vida aún sabiendo que cuando cierre los ojos ya te habrás ido. Pero aun así te prefiero; porque despiertas día a día desayunando conmigo, trazando un te quiero sobre el dorso de mi mano y te vuelves mermelada cuando dices: amor mío. Y me untas cual manteca sobre el pan de tus suspiros; te levantas despacio como brisa del estío y me susurran tus ojos: hasta mañana amor mío.

Momento

¿Acaso un sueño podría momificar un beso para que sea eterno? ¿Y los labios perpetuar la humedad que dejaron salivas derramadas? Y tu cuerpo ¿Recordará las contracciones que en tu vientre estimularon mi deseo? Es otoño, venas secas ahogan gritos; omóplatos aplauden entusiastas el regocijo de sentirte piel adentro, fluye savia nueva, respiran venas: es el momento.

Sin más de tus besos

Antes que termine el día posiblemente habrán llorado orgasmos, tal vez un te quiero camuflado entre los arreboles de un beso; quizás digo, no lo sé con certeza; pero si antes que termine el día llegase a descubrir una tímida ojera que delate un final insatisfecho, huellas de un febril deseo; prolongaré horas a los tiempos y me quedaré amor, aferrándome, enlazando los sueños, los que mueran en los orgasmos, los que renazcan con el deseo; pero no me iré sin más de tus besos ni sucumbiré en madrugadas sólo porque acabe el día; prefiero dormirme enredando piernas, arañando espaldas, lamiendo vida y un te quiero de menta en mis oídos.

Valió la pena

Valió la pena conservar el vacìo, observar al tiempo mutar sus escamas, despacio, sin apuros por la huída, sin arrebatar al primer amor desvalido; valió la pena vida mía; porque hoy tengo tus manos sacudiendo el polvo amontonado en la orilla, al costado de lo que fue vigilia de urnas rebalsadas de amores muertos y sus cenizas. Y valió la pena porque no hay blanco ni negro entre tantas alboradas, entre tanta sangre roja fluyendo a borbotones; en dos abiertas intenciones a la vida, a los sueños sin fechas de vencimiento, al fenix renacido que busca revancha por tantas muertes anteriores. Y valdrá la pena amor; porque no habrá final agónico ni muerte súbita por desencanto cuando tu amor retome su camino y el adiós inevitable sellado con un beso.

A todas horas en punto

Se fue desgranando lo que alguna vez fue piedra en morteros de ternuras volviéndose polvo de estrella y fue cola de cometa, cúmulo de galaxias, amanecer eterno; todo porque me besaste aquella vida… cuando no estaba esperándote porque ya no deseaba y me rompiste grano a grano; en cedazo de ternuras me filtraste y depuraste, me renaciste urgencia entre tus minutos calendarios, que no apuran pero que no esperan… y allá voy cada noche a todas horas en punto a encontrarme contigo y me vuelvo soluto en tu solvente, mixturas tu paz con mis delirios, soy tu producto y me consumo en cada inspiración, en tus susurros y con tu amor me siento vivo. A todas horas en punto amor, voy habitando tu isla lejana por rescatarme como náufrago en tus brazos, en tus brazos.

Para tu regreso

Quizás te preguntes en el camino de regreso cuando la realidad descorra las cortinas y tus calles, nuestras calles ya no estén vacías; si mis alas sirvieron para impulsar tu vuelo o simplemente caerte de bruces al pavimento. Imagino que no, que tu cielo será distinto aunque estén las mismas nubes presentes, porque sabrás eludir la realidad mezquina y recalar en un diferente puerto, donde tus alas hastiadas se fortalezcan. Seré entonces apenas, si aún me quieres; tu aprendiz de maestro, de guía, de orfebre, el que talló otrora tus sueños de virgen mimbre, flexible, maleable a tus formas, y se volvió urdimbre de tus redes. Te volverás etérea, ave de suave canto, de jaula abierta libre para tus vuelos claros y hasta quizás no regreses al mismo cielo porque sabrás entonces, sólo entonces que ya tracé los caminos para tu regreso.

Enterneciendo amor

Yo vivo, sí que vivo; escapando a veces, sólo a veces de mi mismo hacia un adentro profundo, íntimo, en el que persigo una esencia adormecida. A veces me encuentro, sólo a veces; desenrollando caminos, enterneciendo un pasado repetido que emula mi sentir que hoy no es el mismo pero; yo soy el mismo. Como un cliché ocioso sin imaginación, aburrido. Y te veo entonces y me pregunto ¿en cuál lugar de mi vida encajas? porque agotados mis caminos desparramas tu fértil simiente. En cual lugar encajas no imagino pero seguro sé que es el mismo, que propone este juego de palabras enredadas de entusiasmo tímido, regando con vino la fiesta de un amor ayer adormecido. Y vivo, sé que vivo; absorto tal vez en mi delirio, aferrando un sutil sueño un quizás ilusorio camino, vasto de incertidumbres amor pero; qué bueno que estés conmigo.

Bello tormento

Se equivocó el amor, no es para amar este preciso momento, apenas somos instintos de querernos; se equivocó el amor y fue violento. Con tu fuego, en el simún de tu desierto me ahogo en dunas de piel y viento pero… ¡que bello tormento!

Rapsodia

Sé que estás isla lejana, mides mi distancia; espero. Miro tus dedos; rozan, dibujan, sueñan, extremidades al aire platican vuelos; bocas ardientes mojan, muerden, subyugan vientres. ¡Qué importa si el mañana duele! Hoy es vida amor futuro quizás ausente; hay un abismo insoslayable... ¡Qué importa! Hoy es vida amor, mañana es tarde. Caemos en sortilegios: tus arpegios de inocencia, mi cítara celosa en rapsodia enamorada; si mañana es silencio... ¡Qué importa! Ejecuto hoy tus ritmos, tú los gozas.

Veinticuatro escalones

¿Y tú, qué sabes? Yo te amé a mi estúpida manera; fui procaz, suicida, buscador de velas arriadas en horizontes para mi barca de herida abierta. Y te llevé en albores timonel de cuatro velas, leyenda azul de horizontes confundidos en los míos; y aún así, tú ¿Que sabes? Te aferraste a mis miradas, espejismo y ventolera, caprichoso verano que transgrede este otoño sin ocres que no llega y estás allí, permaneces intacta en los márgenes de mi memoria, cascabel de mariposa pared besando enredaderas. ¿Y tú, qué sabes? de madrugadas insomnes encallado entre las islas; bravura azotando mares, última nieve en primavera; y aún así te crees reina. Subiste uno a uno los peldaños, veinticuatro escalones, dos años; abajo la calle musita madreselvas, Córdoba amor, la tierra; bájate a ella.

Vale la pena

Te presiento; me volvería frágil, expuesto a tus comisuras, a tus senos que imaginan mi tacto inmaculada criatura. ¡Al infierno! Por pecar entre tus piernas.

Te presumo amor

Tienes en tu sonrisa la calma que precisa mi melancolía trémula; me apagas con ella la ansiedad de la búsqueda del amor que florezca entre mis tantas piedras. Me quieres y en tu decirlo abarcas mi mundo y sin redes lo sostienes; mi temor a caer desaparece cuando llegas y me abrazas, me proteges, cubres mi espalda siento la vida que renace. Amor, distante paraíso, Edén donde recalan mis sueños inconclusos, a esperarte cada noche, a conquistarte con besos, primavera eterna, dos corazones al unísono. Eres el quizás y el siempre, metáfora de un tiempo, fruto de un ritual amanecido renaciendo en los instantes, presumiendo el goce, el placer infinito de poder pertenecerte.

Secreto (Secret)

Este secreto que tienes conmigo cuando de noche, precisamente a esta hora, nos encontramos en el silencio de las voces, en el ruido de los teclas, de los besos, de palabras adorables, de los te quiero; timidez enardecida en tu inocencia de niña… Je t'aime amour... Me partes en pedazos de alma que vuela a tu lejano encuentro; a traerte conmigo, a llevarme contigo y soñamos, soñamos, cada noche, precisamente a esta hora cuando los sones del día se adormecen… Je t'aime amour... Y somos por abismales distancias puentes invertidos de ida y regreso, de besos y deseos y nos encuentra el final de la noche bostezando el mismo sueño; espalda contra pecho en abrazo eterno… Nous aimons amour... Así con la vergüenza y el miedo por los pecados concebidos y el amor al acecho, escribimos nuestra historia día a día y en secreto; para el perdón habrá tiempo.

Rompiendo tus credos

Deambulan tus deseos por vergüenzas que ocultan tu sentir reprimido, obsceno; juegas con ellos, toman formas, se diluyen de placer entre tus dedos sucumbe tu corazón agitado, lo espabilan, lo explotan en orgasmos los deseos. Proteges del pecado a tu inocencia, imagenes de oscuras intenciones; el deseo amor no tiene credos es piel irradiando fuego, volcán que no entiende de razones maremoto incontenible naufragando cuerpos. Y yo llego, me aposento en tus deseos me desvistes como la más puta de todas; me lames, me entretienes con tus dedos, te retuerces del placer desconocido que provocan los orgasmos de tu sexo y gimes, y te olvidas de tus credos.

Agitando el tintero

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Dos plumas sobre la mesa y un tintero una cartulina blanca y tu rostro serio. Recuerdo me dijiste entonces: píntame como me veas, tal cual con todos mis defectos; no mezquines arrugas, rasgos duros si los tengo; si quieres dibuja lágrimas bajo mis ojos secos; en mis lóbulos cuelga pendientes de nácar, de coralinas rosas, los que pusiste el día que me dijiste te quiero; ahora toma tu pluma dibújame sin complejos sabré entenderte amor eres artista, no ciego. Tomé mi pluma plana, la luz del día reflejó tu rostro, hice dos trazos; una luna enamorada bañándose en el rocío, meciéndose entre arpegios. Eres tú le dije, así te siento.

Plañidera

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Ya no lloras, tus lágrimas han muerto; de tanto vender tu llanto tu río se quedó seco; burla del destino, hoy no lloras a tu muerto. Se ha muerto tu amor, vas en silencio; caminas junto a él tocando su cuerpo, llevas tu vaso vacío no volcarás en él tu lamento. Tus lacrimales vacuos falsos llantos lo absorbieron, otros supieron de tu tristeza pero el amor tu silencio. Farsante tu profecía te pagó con el mismo precio; por dinero sufrías angustias y en angustia pagarás tu precio. Hoy no lloras, apenas eres lamento; deambulando por las calles con la culpa de tu muerto que no conoció de llantos, tu río se quedó seco.

Noctámbulas nostalgias

Noctámbulas miradas, presagian horizontes, lejanas alboradas, olores de aire húmedo, hollín de ciudad contaminada; espasmos de noches que mueren sin la calma. Transitas un silencio, inexpugnable pared, visiones ausentes a un vacío infinito; ves por sobre los hombros como si nada, encuentras hielo entre tus ojos y los suyos. Te asomas, subyugas el espacio con tu roce; fusionas el espanto con la nada que invade el cielo de tu encierro; entre balcones suspiras sin colores ni cuerpos. Y extrañas, y tus preguntas desconsuelos ¿Dónde fueron las palabras, los abrazos? El cáliz sagrado de la esperanza duerme, ahoga el vino agrio, suma gotas amargas. Y el muro se diluye entre noctámbulas nostalgias donde transitas estática, sin brisas claras; te quedas aletargada esperando amaneceres a que el sol limite los ruidos del alma. Mientras tanto; el amor en un costado de tu cama se diluye suavemente ajeno a tu nostalgia; vuelves la mirada, retraes el tiempo y te preguntas ¿Dónde se esfumó el amor, el

Caprichosamente tierna

Me puedes, sobornas mi tristeza con un beso, la vistes de fiesta y te sales a pasear con ella como cuando adolescentes sosteníamos el cielo y el amor; el amor floreciente. Y regresas con tu cántaro a mis sienes recogiendo uno a uno mis atardeceres, mis vergüenzas débiles enrojeciendo y el amor; el amor un desconcierto. Me puedes; cuando abrazas mi incertidumbre con el calor de tu pecho, entre senos tibios nidal de ángel desnudado en vuelos y el amor; el amor renaciendo. Y te quedas, permaneces en mi vigilia testaruda y caprichosamente tierna, cobijas entre tus manos mis sueños y el amor; el amor duerme con ellos.

Sueños de maniquí

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Ocultas tras cristales lágrimas de madera por la vida que te llevan los que ven tras la vidriera; caminas sus pasos, abrazas sus brazos, besas sus besos pero nada se parece a la libertad de tus sueños. Y te quedas inerte transcurriendo las estaciones, mudando tu ropaje, seduciendo mezquindades y nadie mira tu rostro que refleja soledades; te despojan de tu alma y te humillan tantas veces. Luego cuando se apagan las luces del escaparate te encierras en el silencio llena de oscuridades; pierdes todos tus brillos, los que iluminan la calle cuando los ojos absurdos solo ven lo que no valen. Un maniquí es sólo eso, un muestrario de ropaje, un pedazo de madera, un plástico que se repone; cuando el alma del que observa tras cristales necesita que su ego sea el mejor de su bagaje.

Fotos negras

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Veladas imágenes recogen mis ojos, intento plasmarlas detrás de mi lente, recuerdos enjutos guarda la memoria; fotografías negras del alma ausente. San Telmo, mil novecientos y algo años del recuerdo, y la bohemia enlutaba en tangos mi desconcierto; fotografías negras de un desencuentro. Ella era requiebres de Cumparcita, yo apretando su talle ceñido y rojo; acortábamos la pista en sensual danza jugueteando miradas de exorcismos. Final del ritmo, éxtasis del alma, abrazados quedamos rozando cuerpos; entre agitados corazones desbocados sellamos con nuestros labios el deseo. Álbum del tiempo, hojas amarillas bordes dentados agitan un recuerdo la cámara inquieta recogió la imagen un tango, dos bocas y el único beso.